Gerty Cori (15 de agosto de 1896- 26 de octubre de 1957) fue una bioquímica estadounidense nacida en Praga —entonces en el Imperio austrohúngaro, actualmente República Checa—,1 que se convirtió en la tercera mujer en el mundo y primera en Estados Unidos en ganar un Premio Nobel en Ciencias y la primera mujer a nivel mundial en ser galardonada con el Premio Nobel de Fisiología o Medicina.
A pesar de que vivió en una época en la que las mujeres estaban marginadas de las ciencias y que tenían pocas oportunidades educativas, fue admitida en la escuela de Medicina, donde conoció a su futuro marido, Carl Ferdinand Cori, con quien se casó después de su graduación en 1920.2 Poco tiempo después, en 1922, la pareja emigró a Estados Unidos, debido en parte al deterioro de la situación en Europa, consecuencia de la Primera Guerra Mundial. Gerty siguió desarrollando su interés en la investigación médica mediante la colaboración con Carl en el laboratorio. Publicó resultados de investigaciones realizadas en coautoría con su esposo, así como en solitario. A diferencia de su marido, tuvo dificultades para conseguir posiciones laborales en el área de investigación y las que obtuvo siempre fueron mal pagadas. Carl insistía en trabajar en colaboración con Gerty, aunque las instituciones que lo empleaban trataran de desalentarlo.
Recibió el Premio Nobel en 1947, junto a su marido Carl y compartido con el fisiólogo argentino Bernardo Houssay. El premio le fue otorgado por descubrir el mecanismo por el cual el glucógeno —un derivado de la glucosa— se convierte en ácido láctico en el tejido muscular y luego es resintetizado en el cuerpo y almacenado como fuente de energía (conocido como el ciclo de Cori). También identificaron el importante compuesto catalizador llamado éster de Cori. En 2004, Gerty y Carl fueron designados National Historical Chemical Landmark (Hito Histórico Nacional en Química) por la American Chemical Society, en reconocimiento a su trabajo en el esclarecimiento del metabolismo de los carbohidratos.3
En 1957, Gerty Cori murió tras una lucha de diez años con la mieloesclerosis. Permaneció activa en su laboratorio de investigación hasta el final. Recibió reconocimiento por sus logros a través de múltiples premios y honores.
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